jueves, 25 de octubre de 2007

A 90 AÑOS DE LA REVOLUCION DE OKTUBRE.


John Reed: "Diez dias que estremecieron al mundo."
"Eran exactamente las 8'40 cuando una atronadora ola de aclamaciones y aplausos anunció la entrada de la presidencia y de Lenin -el gran Lenín- con ella.



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    Era un hombre bajito y fornido, de gran calva y cabeza abombada sobre robusto cuello. Ojos pequeños, nariz grande, boca ancha y noble, mentón saliente, afeitado, pero ya asomaba la barbita tan conocida en el pasado y en el futuro. Traje bastante usado, pantalones un poco largos para su talla. Nada que recordase a un ídolo de las multitudes, sencillo, amado y respetado como tal vez lo hayan sido muy pocos dirigentes en la historia. Líder que gozaba de suma popularidad -y líder merced exclusivamente a su intelecto- ajeno a toda afectación, no se dejaba llevar por la corriente, firme, inflexible, sin apasionamientos efectistas, pero con una poderosa capacidad para explicar las ideas más complicadas con las palabras más sencillas y hacer un profundo análisis de la situación concreta en el que se conjugaba la sagaz flexibilidad y la mayor audacia intelectual."

    Algunos de los momentos culminantes de la revolución quedaron inmortalizados en su obra, como la votación a favor de la paz que consiguió, tras un tenso debate, la unanimidad. Reed escribe: "Un impulso inesperado y espontáneo nos levantó a todos de pie y nuestra unanimidad se tradujo en los acordes armoniosos y emocionantes de La Internacional. Un soldado viejo y canoso lloraba como un niño. Alejandra Kolontai se limpió a hurtadillas una lágrima. El potente himno inundó la sala, atravesó ventanas y puertas y voló al cielo sereno. ¡Es el fin de la guerra! ¡Es el fin de la guerra! decía sonriendo alegremente mi vecino, un joven obrero. Cuando terminamos de cantar La Internacional y guardábamos un embarazoso silencio, una voz gritó desde las filas traseras: ‘¡Compañeros! ¡Recordemos a los que cayeron por la libertad!’ Y entonamos la Marcha Fúnebre, lenta y melancólica que es también un canto triunfal, profundamente ruso y conmovedor. La Marcha Fúnebre ponía al desnudo todo el alma de las masas oprimidas, cuyos delegados estaban reunidos en aquella sala, construyendo con sus vagas visiones la nueva Rusia y tal vez algo más grande."



    Para la edición norteamericana de la obra, Lenin escribió en 1919 el siguiente prólogo: "Después de leer con vivísimo interés y profunda atención el libro de John Reed Diez días que estremecieron al mundo, recomiendo esta obra con toda el alma a los obreros de todos los países. Yo quisiera ver este libro difundido en millones de ejemplares y traducido a todos los idiomas, pues ofrece una exposición veraz y escrita con extraordinaria viveza de acontecimientos de gran importancia para comprender lo que es la revolución proletaria, lo que es la dictadura del proletariado. Estas cuestiones son ampliamente discutidas en la actualidad, pero antes de aceptar o rechazar estas ideas es preciso comprender toda la trascendencia de la decisión que se toma. El libro de John Reed ayudará sin duda a esclarecer esta cuestión, que es el problema fundamental del movimiento obrero mundial."